En
conmemoración del Día Mundial del Folklore, la Honorable Cámara de Diputados de
la Nación convocó a artistas, oradores y público en general a rendir homenaje a
la figura de don Atahualpa Yupanqui.
“El canto de
la tierra”
Homenaje a
Don Atahualpa Yupanqui
Salón de los
Pasos Perdidos del Congreso Nacional
Avenida
Rivadavia 1864, 1° piso
Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Lunes 22 de
agosto de 2016
El
homenaje a uno de los máximos representantes de la cultura argentina siempre
será un evento de alta convocatoria. Publicitado a través de redes sociales y
de Radio Nacional, “El canto de la tierra” reunió a una enorme cantidad de
público que desbordó el salón donde se realizaría el acto y los espectáculos
previstos. Esto provocó la incomodidad de quienes llegaban cerca de la hora de
inicio y también de la prensa que vio dificultada su labor por los escasos
espacios donde realizarla. Los pasillos laterales estaban ocupados por parejas
de baile que debían mostrar su arte en esa ubicación ante las limitaciones
anteriormente mencionadas. Más allá de esto, que debiera ser tenido en cuenta
por los organizadores, el evento contó con excelentes artistas y oradores que
compartieron con el público sus conocimientos sobre el artista homenajeado.
La
Honorable Cámara de Diputados de la Nación (HCDN) conjuntamente con la
Dirección Nacional de Promoción Cultural del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires (GCBA) nos dieron la bienvenida a este Acto de Homenaje a Don Atahualpa Yupanqui. El maestro de ceremonias convocado para
esta importante ocasión ha sido el señor Juan
Guigou, coordinador general del Programa Cultural de Barrios de la Ciudad
de Buenos Aires, quien comenzó recitando un texto del cantautor homenajeado:
Para el que
mira sin ver
La tierra es
tierra nomás
Nada le dice
la pampa,
Ni el
arroyo, ni el sauzal
Pero la pampa es guitarra
Que tiene un
hondo cantar
Hay que
escucharla de adentro
Donde nace
el manantial
En el silbo
de los montes
Lecciones
toma el zorzal
El cardo es
como un pañuelo
Dice adiós y
no se va
Campos
adentro y cielo limpio
‘cha que es
lindo galopear
Y sentir que
adentro de uno
Se agranda
la inmensidad
Un mundo en
cada gramilla
Adioses en
el cardal
Y pensar que
para muchos
La tierra es
tierra nomás
(“Para el que mira sin ver”, A. Yupanqui)
Juan
Guigou
A
continuación los cuerpos de baile del Programa Cultural en Barrios muestran su
arte mientras se escucha la zamba Piedra y camino (A. Yupanqui).
Claudio
Agrelo, nacido
en 1957 en Buenos Aires, es cantor y guitarrista. Comenzó su carrera artística
a los 15 años, actuando en diferentes programas radiales. A partir de 1981
ocupó un espacio estable en el programa “Folklore en 870”, conducido por Horacio
Alberto Agnese en Radio Nacional. En 1987-1988 aparece en los programas
televisivos “El fogón de Argentino Luna” (Canal 2) y “El vasco”, conducido por
Víctor Abel Giménez en el Canal 8 de Mar del Plata.
Entre
su discografía podemos citar los títulos “Tirando en yunta” (1983), “Como yo lo
siento” (1984) y “Vivo como canto” (2005), nominado a los Premios Carlos
Gardel. Agrelo se ha presentado con
éxito en toda la Argentina. Entre sus actuaciones se recuerdan las del Festival
de Doma y Folklore de Jesús María y
Festival de la Juventud Gaucha (Salta) en 1995. También se ha presentado en la Fiesta
del Ternero (Ayacucho), Fiesta Provincial del Caballo (Bragado) y la Fiesta
Provincial de las Llanuras (Coronel Dorrego), todas ellas en la Provincia de
Buenos Aires.
En
esta oportunidad, don Claudio nos interpreta hermosas canciones sureras.
Destaca su versión de Yo quiero un caballo negro (A. Yupanqui
y Pablo del Cerro).
Claudio
Agrelo
Tras
los merecidos aplausos a don Claudio Agrelo, Juan lee la primera estrofa de Tierra
querida, otra de las obras siempre vigentes de Don Ata:
Una voz
bella, ¡quién la tuviera!,
para
cantarte toda la vida,
pero mi
estrella me dio este acento,
El
baile y el canto continúan a través de diferentes creaciones de raíz
folklórica. Posteriormente Juan Guigou
lee las primeras estrofas de otra obra de igual intensidad poética y musical:
Y
abrazado a la guitarra
Es
que voy sobre la mar
Sin
aire, ni cielo, ni agua.
Y
cuando miro el oscuro
Madero
de la guitarra,
Seguro
es que voy rezando
Por
una patria lejana.
Mi
mano en el diapasón
Se
afirma como una zarpa.
Es
que voy gritando cosas
Que
me dicta la guitarra.
“Si me veis
mirando lejos” (A. Yupanqui – P. del Cerro)
La
lectura de esta letra sirve de introducción al arte de Arturo Zeballos. Nacido en
1963 en Pergamino, provincia de Buenos Aires,
Arturo comenzó tempranamente su formación artística, que abarca
expresiones académicas y del repertorio popular. Desde el año 1980 se aboca a
investigar, estudiar y difundir la obra de otro pergaminense ilustre: nada
menos que don Héctor Roberto Chavero, más conocido como Atahualpa
Yupanqui. Zeballos desarrolla una
intensa labor a través de recitales ofrecidos en el país y en otras ciudades
del mundo. Ha compartido escenarios con
Patricia Frías, Norbert Minces, Gabriela Fabre y Antonio Seoane, entre otros
artistas. Ha grabado cinco CD interpretando composiciones de Eduardo Falú,
Francisco Tárrega, Joaquín Rodrigo,
Gaspar Sanz, Isaac Albéniz, Abel Fleury y por supuesto de Don Ata. Por otra parte, Zeballos se ha encargado de
una obra por demás ambiciosa: la transcripción a partituras de la Obra Integral
del autor de Luna tucumana. A la
fecha son cuatro los volúmenes editados, cada uno de ellos conteniendo un disco
compacto con interpretaciones de algunas de las canciones contenidas en el
libro. Muy recientemente Arturo Zeballos realizó una exitosa gira por ciudades
de Eslovaquia, Hungría, República Checa y Alemania.
Arturo
Zeballos
En
este evento Arturo nos brinda sus exquisitas versiones de dos temas clásicos
del repertorio de Yupanqui: la Danza del maíz maduro (Huajra) y el
malambo Cruz del sur.
Tiene
la palabra Juan: “Convocamos para una Mesa
Evocativa al señor Héctor “Coya”
Chavero, hijo de don Atahualpa Yupanqui, a los periodistas Schubert Flores Vassella y Héctor García Martínez, autores de dos libros que recopilan el arte de Yupanqui, y al coleccionista Alejandro Adrián Guillermet.
Schubert
Flores:“Quiero
expresar, en primer término, la importancia de este acto en este ámbito, al
cumplirse los 70 años del día en que William Thoms empleara por primera vez el
término folklore (folk: pueblo, lore: saber), que la sede de los representantes del pueblo
argentino asumiera su natural carácter folklórico. Y nadie
mejor que ATAHUALPA YUPANQUI, referencial figura americana, para protagonizar
el reconocimiento. Este cultor de "artes olvidadas" -como solía
definirse- condensa todas las facetas de la cultura popular (música, danzas,
coplas, costumbres, tradiciones, leyendas, cuentos, supersticiones) al tiempo
que expresa un fenómeno comunicacional criollo, cabal y sensible, genuino y
auténtico, que nos define y hace a nuestra identidad. Todo eso nos lo presentó
don Ata. Y además una postura, un
fenómeno de comunicación que transmite valores criollos, conductas éticas, que
tienen que ver con la equidad, con la autenticidad y con la identidad
argentina. Me acompaña Roberto Chavero, hijo de Don Ata”.
Schubert
Flores y Héctor García
Roberto “Coya”
Chavero: Buenas
tardes a todos. Siento alegría de estar en este lugar que nos representa a
todos, quiero agradecer a los artistas, a los bailarines que han sido
convocados, a los organizadores, obviamente, la presencia de gente que nos dio
un espacio donde cobijar a veces las soledades en tiempos difíciles…. Quiero
agradecer por su presencia a Gustavo, a Jairo, a la gente de Córdoba. Gustavo
Santos es Ministro de Turismo de la Nación. Calculo que ha dejado sus
ocupaciones para acompañarnos. También a
los investigadores Schubert Flores y Héctor García Martínez. Schubert no lo
dijo pero ha estado muchas veces en Tucumán, relevando testimonios [ para un
proyecto bibliográfico] Todavía no hay nada concretado en eso, pero bueno.
Esperemos que dentro de un tiempo podamos leer ese libro sobre don Ata (“Los
caminos de don Ata en Tucumán”). (…) Respecto a lo que nosotros anhelamos
siempre, es trabajar con la obra del Tata, difundir ese mensaje que está en
toda su obra, siempre centrada en territorio que nos “pinta” todo y que muchas
veces maltratamos, y en todas las enseñanzas que hay cuando el hombre toma
conciencia de su lugar en el universo de su lugar en la tierra. Creo que lo que
mi padre hizo fue enseñarnos a aprender a “leer” ese libro magnífico que es la
tierra, la Pachamama. Todavía hay muchos “analfabetos” en esa materia, y por
eso seguimos trabajando. Porque hace falta aprender a leer ese libro para
comprenderlo y para comprendernos. Tuvo la suerte de recorrer muchas
provincias, muchas veces a caballo, en mula…
…………………………………………………………………………………………..
Vivió compartiendo la vida del pueblo, algo
que nunca dejó de hacer mi padre. Grabó ya de grande, de famoso, de ilustre.
Tomaba el taxi, el subte o el colectivo si hacía falta para venir a SADAIC, al
Centro; tomaba el café en un bolichito de al lado con un amigo. Es decir, jamás
dejó de comprender que su lugar estaba junto al pueblo, a su pueblo. Recorrió
el mundo con su guitarra, siempre cantó “en criollo”, pudo establecer con pueblos
muy distintos (imagínense no sólo en Japón [sino también con] gente de Turquía,
Túnez, Marruecos, de Grecia, de Bulgaria), países muy lejanos supuestamente.
Pero como él tenía una virtud, él cultivaba lo genuino, la autenticidad, no se
disfrazaba ni de gaucho ni de criollo: era un criollo que cantaba a su tierra.
Y la gente recibía ese mensaje. Recuerdo una anécdota de un muchacho que tenía
un cargo en Cultura, hace unos cuantos años atrás. Él vivía en París. Es
cineasta. Me comentó que un día le caen a la casa unos amigos franceses. Lo
invitaban a él a un recital del Tata en París. Entonces él, sorprendido, porque
estos amigos no hablaban castellano [les dice]: ‘¿Por qué van a ir a un recital
si ustedes no entienden castellano?’ [Y le responden:] ‘Nosotros no entendemos
bien las palabras pero es maravilloso’.
………………………………………………………………………………
Creo
que nos está faltando esa sensibilidad, pero para ello uno tiene que tener
conciencia acerca de quién uno es. Y esto se establece a partir de, como les
decía al principio, reconocerse en un paisaje, en una flor, en un árbol, en una
planta, en una nube. Recuerdo, cuando vivía en el Cerro [Colorado], que
estrenaban “Argentinísima”. Fuimos al único cine que tenía Jesús María en ese
tiempo. Y fuimos con Roque, que era nuestro casero. Él y su esposa nunca habían
ido al cine. Estábamos con mi mujer mirando el inicio de la película y por ahí
aparecen unas nubes. Con mi mujer nos dijimos: “Ese es el cielo del Cerro”.
¿Qué significa esto? No significa que uno tenga dotes superlativas, simplemente
uno conoce su paisaje. Uno escucha y trata de aprender de ese paisaje. Creo que
esto es lo que nos enseñó mi padre. Me encanta que haya tanto público
convocado, con tantas layas distintas y de tantas edades distintas. Suelo decir
a quienes me acompañan que la obra de mi padre es como un pan bien amasado,
noble, y nuestra tarea es repartirlo. Quizás como hizo Cristo con los suyos, no
es que me emule, por Dios: sería pecado. Pero sí algo debemos repartir todos
aquellos que nos reconocemos en esta obra. Creo que es algo bueno, un buen
gesto de nuestra parte. Agradezco, por supuesto, a todos aquellos que lo hacen,
a quienes han venido acá a compartir este homenaje, porque sé que también lo
hacen. Yo les agradezco infinitamente.”
Roberto
Chavero
Héctor
García Martínez:” (…) Conocemos muchas
canciones y obras instrumentales, lo periférico. Para mí lo fundamental de él
es su pensamiento profundo, filosófico. Como un despertador de conciencias.
Para que sepan mirar para adentro y además saber cuál es el destino. Además de
ello nos trae sus vivencias. Contaba él cuando andaba por Tucumán, creo que iba
de Raco a Acheral. Iba con dos paisanos. Uno adelante iba canturreando un tema
de baguala. Cuando llegaron a un descanso se acerca Don Ata y le dice: “Mire
usted cuánto sabe, qué bien”. Y el paisano le contesta: “Señor, no me chancee.
Lo mejor de mi canto no lo pongo yo, lo pone el cerro”.
(…)
El pensamiento de Don Ata se traduce en artículos periodísticos y en algunas
canciones con fundamento que difundía con persistencia:
Tengo una
achura en el pecho
Que le
llaman corazón
Es como un
cencerro gaucho
Con un
badajo cantor
Cuando es
linda la mañana
Suena
contenta su voz
Y hasta se
vuelve travieso
Como potro
retozón
Pero
ocasiones ocurre
Que el
invierno es llovedor
Y el
cencerrito en la noche
Tiene un
acento tristón
A veces como
un vientito
Parecido a
la ilusión
Viene y le
arranca un sonido
Y el cree
que ha salido el sol
Tengo que
andarlo retando
Para serlo
entrar en razón
Pero como es
muy ladino
Me gana la
discusión
Malaya si yo
pudiera
Dejarlo en
algún rincón
Pero está
dentro del pecho
Y sin el yo
no soy yo.
(“Cencerro”, milonga de
A. Yupanqui)
Para
terminar, vieron que Atahualpa Yupanqui enseña, no sólo a tocar la guitarra y
cantar sino también a ir y ver el paisaje, verlo al hombre sin penas, sin
guitarra, sin charango, al hombre solo. Además a andar los caminos, teniendo
por centro la conciencia e ir descubriendo lo que da el camino. Hay una frase
que él destacaba: “El camino no empieza en la tierra sino en el corazón”. Nada más, muchas gracias.”
Alejandro
Guillermet: Buenas tardes a todos. Trato de amuchar cosas y vincular su maravillosa obra. Llegué a él a través
del tango, algo medio raro. Vendían unos compactos y me llamó la atención que
Yupanqui hubiese grabado Milonga triste
de Sebastián Piana y verdaderamente para mí fue un camino de ida.(…) Por
invitación de Roberto, me sumé como colaborador al Facebook y a la página
oficial donde divulgamos la obra de Don Ata. Posteriormente, también por
invitación de Roberto, pasé a ser vocal de la Fundación Atahualpa Yupanqui. El
año que viene se cumplen 25 años del fallecimiento, de esa ida al silencio de
Atahualpa. Leo esto de Yupanqui de jugar de contrapunto. Buscaba afanosamente
una nota con la que expresar el silencio, algo que es todo un desafío. También
aquello de la piedra en el camino: eso que nos marca en avanzar y detenernos.
Siempre hay un punto de partida y una continuidad. Para mí Yupanqui es un punto
de partida. No es alguien que nos hace mirar el pasado; es alguien que nos
marca un principio para una continuidad. Por eso a mí me parece que el año que
viene las actividades, la difusión de su obra, tan necesaria para nosotros. Yo
la comparo con algo que él siempre nombraba: un poncho. Un poncho que nos cubre
a todos los argentinos. No un poncho corto que si tiran los de arriba destapa a
los de abajo. La obra de Yupanqui es el poncho que nos aúna como argentinos. Y
nos proyecta como ciudadanos del mundo. Porque si hay algo que revalorizar de
la obra del Tata es eso: que él nos representó como argentinos ante el mundo.
Sin ningún chauvinismo ni nacionalismo extraño. Cuando él tenía esas tardes de
extrañeza en París se encerraba en su pieza y con sólo tocar una chacarera, una
vidalita, volvía a estar en su paisaje, ese paisaje que es nuestro: el paisaje
de la Puna, el paisaje de la pampa, el paisaje de la selva, que se identifica
en la guitarra, en la madera. Esa es, para mí, la esencia de la obra de
Atahualpa Yupanqui que, vuelvo a repetir, nos aúna como argentinos y que espero
que, en el devenir de nuestro andar, sea una marca más de identidad (…).
Gracias.”
(Aplausos)
Alejandro
Guillermet
Schubert: La obra de
Don Ata ha desbordado este ámbito. Interpretó singularmente al hombre y al
paisaje de su tiempo. (…)
(Aplausos)
Juan:
Soy pobre.
No tengo nada.
Sólo un
corazón templado,
Y una
pasión: la guitarra.
Para rezar
en la noche,
La guitarra.
Para un
recuerdo querido,
La guitarra.
Para la
patria lejana,
La guitarra.
Para
quemarme por dentro,
La guitarra.
(Fragmento
de la canción “Para rezar en la noche” de
A. Yupanqui y Raúl Maldonado)
Llega
el turno del guitarrista Carlos
Martínez, nacido en 1970 en Buenos Aires. Criado en un hogar donde la buena
música estaba presente, Carlos comenzó
sus estudios formales a los catorce años de edad con el maestro Luis Gómez. Desde 1987 se dedica a interpretar en su
guitarra tanto el repertorio académico como el de raíz folklórica argentina. Su
arte ha sido distinguido en diferentes festivales de Argentina (Pre-Cosquín,
Luján, Ramallo y San Nicolás, entre otros). Ha actuado también en el Teatro
Presidente Alvear, Teatro General San Martín, Manzana de las Luces, Feria de
Mataderos (todos ellos en la Ciudad de Buenos Aires), Festival de Folklore de
Cosquín, Teatro Podestá (La Plata), Cerro Colorado y Teatro Real (provincia de
Córdoba). Algunas de las ciudades del exterior donde pudo apreciarse el arte de
Carlos Martínez son Pont de Marsan (Francia), Querétaro y Guanajuato (ambas en
México).
Hoy
Carlos nos brinda en su guitarra una hermosa zamba y la interpretación de una
obra de Yupanqui poco transitada: el Kaluyo de Huáscar (danza inca),
grabada por primera vez en un disco simple en el año 1943
Carlos
Martínez
Juan: “Carlos se
ha presentado los más importantes escenarios del mundo y ha logrado
mantener—digámoslo así—dentro de su instrumento, arrancar desde su instrumento
un auténtico sonido yupanquiano con toda fidelidad. Muchas gracias, un aplauso
para Carlos Martínez.”
Antes
de los últimos números se procede al sorteo de las semillas de un árbol
conocido como “Palo borracho” (Ceiba
speciosa) como parte de las actividades del Programa Cultural en Barrios y “como
sustento de la prédica yupanquiana”, al decir de Juan Guigou. A continuación,
el cantante Jairo se presenta en el escenario para otorgar el premio a la
ganadora.
Jairo
junto a la ganadora del sorteo
Jairo: (…) Yo tuve
el honor de conocer a don Atahualpa, disfrutar de su amistad. En una ocasión
veníamos charlando y me comenta: “Estoy muy contento porque por primera vez voy
a ir al Congreso, en Buenos Aires.” Estaba tan contento, tan feliz, teniendo en
cuenta lo que significaba para él, y para todos los argentinos, claro, que lo
distinguieran en el Congreso. Para él sobre todo porque Atahualpa es uno de
esos hombres que son duramente perseguidos. Se hablaba de su filosofía de vida,
pero creo que hay que dar cifras para que la gente lo sepa. Yupanqui estuvo 8
años prohibido, no se podía mencionar el nombre. Cuando se pasaba una canción
suya cantada por otros se decía “de autor desconocido”. Y hay una anécdota que
es muy buena para esta ocasión. Porque él sufrió mucho por eso. Yupanqui sufría
porque quería mucho a su tierra. Sufría porque en su tierra no se lo podía
mencionar. Es lo peor que le puede pasar a un artista: no poder hacer lo suyo
en el lugar donde nació. Sobre todo alguien que expresaba nuestra pertenencia
como nadie.
Jairo
La
anécdota decía que, en esos momentos de prohibición [mediados de la década de
1940] lo invitaron a una peña, en el norte, para escuchar a un conjunto. Él no
quería mostrarse mucho porque no quería comprometer a los demás. Cuando los
integrantes del conjunto vieron entrar a Yupanqui fue como si vieran entrar a
un semidiós. Impresionante, ¿no? El dueño del boliche les dijo: “Guarda
[cuidado] con lo que van a hacer, porque no se puede mencionar a Yupanqui, no
se puede decir el nombre porque nos cierran el boliche y se acabó el laburo”.
Le responden: “No se preocupe”. Miren lo que es la astucia. No digo viveza.
Astucia. En un momento dado uno de los integrantes del grupo anunció las
canciones y no pudo aguantarse más. Dijo: “A continuación les vamos a
interpretar la hermosa canción El arriero, de ‘autor anónimo’ que nos honra con
su presencia” (Risas y aplausos del público).
El
grupo El tranvía intepreta una
chacarera y seguidamente actúa el Coro del Programa Cultural en Barrios del
Ministerio de Cultura del GCBA. Lo hace con sus versiones de La
pobrecita y Luna tucumana, cuya letra se había repartido previamente para
que el público acompañe con su canto. Cierra así este hermoso y merecido
homenaje a Don Atahualpa Yupanqui.
Agradecemos
especialmente a los Sres. Arturo
Zeballos y Schubert Flores.
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