La
Academia Nacional del Tango distinguió a la famosa cantante con la obra
escultórica del maestro Leo Vinci. Previamente dialogó con Gabriel Soria,
presidente de la institución.
A
modo de presentación se proyecta un video con la actuación en vivo de Susana
Rinaldi interpretando Uno.
Susana: “No me
gusta ver las cosas que he interpretado. Lo que pasó, pasó, ya está, “ya fue”
[se terminó]. Tengo que decirlo, porque quizá la mayoría no lo sabe, que eso se
filmó en Finlandia, el país que nos “disputa” a nosotros la propiedad del
tango. Nosotros no sólo somos argentinos sino también rioplatenses, en la lucha
siempre hemos salido ganadores. Aquel es un pueblo muy querible que tiene una
condición en relación a esta música: cada uno de los tangos, y eso es lo que
los sorprendió más cuando yo llegué (porque es la primera vez que lo hacía
evidente), el tango que interpretan los finlandeses es nuestra música pero no
nuestro verso, no nuestra poesía. Primero porque pensaron que el tango no tenía
letra, y después porque se acostumbraron a que había una persona muy puntual.
El trato en Finlandia a la mujer es superior. Recuerdo que en mi repertorio yo
traía unos temas donde tocaba un poco en solfa una época que yo creía pasada en
cuanto a que el desprecio a la mujer lo encontraba en el tango como en pocos
espacios. Pero después dije: ‘no’. Después del advenimiento de todas las
grandes orquestas sumado a los poetas extraordinarios que tenemos en la
historia del tango desmentía esa realidad. Yo, al contrario, recordaba aquellos
momentos en un momento muy hilarante. Un día viene un traductor y me dice:
‘Mire, señora, la gente no va a entender esto’ ‘¿Qué cosa no va a entender?’
‘No va a entender porque acá la mujer es un monumento importante’. ‘No me
digas’ ‘Sí, acá pueden tomarlo a mal’. ‘No, no lo van a tomar a mal. Al
contrario, van a descubrir una parte de la historia que a veces hemos escondido
demasiado’. Pero además tomé en cuenta que todo está hecho en sorna. Para que
los finlandeses aprendieran la letra nuestra, la verdadera, la única, la de
esos poetas inolvidables, recuerdo que el programa era así de ancho. Todo
traducido al finlandés. Nunca gasté tanta plata para darme a conocer al mundo
desde ese lugar que es irreversible: la lectura de lo que realmente fue. La gente aprendió de una manera increíble,
pero lo primero que hicieron fue decirme si ellos podían cantar eso. Entonces
yo me quedé con la sorpresa puesta. Y entonces lo que se me ocurrió decirles
es: ‘Ustedes aprenderán a golpear a las mujeres como nosotros’. Y se quedaron
mirándome. Y dije: ‘Es bueno escribir esta historia tan lejos, en Escandinavia. Que quede fija, como un pasado’. Nos ha
costado mucho y nos seguirá costando. Pero aparentemente esa fórmula de mala
vida entró en la concepción casi universal: no dejarnos a los rioplatenses como
aquellos que interpretábamos algo que era mentiroso. Al contrario: fuimos
fuertes, importantes, en reconocer los grandes defectos y que sirvan de ejemplo
a los otros también.
Susana
Rinaldi
Gabriel: Y
con un Discépolo, como escuchábamos recién [la interpretación en video del
tango “Uno”]. Pensando en esto que
estaba contando Susana, alguna vez escuché decir que en épocas de elegir
repertorio había ciertas composiciones que usted había decidido no cantar
porque no lo sentía.
Susana: No. Nunca
comprendí, por ejemplo (hasta que finalmente sí lo hice) pero comprendía
conociendo la historia total. Por ejemplo, a Azucena Maizani la habían tomado durante
mucho tiempo con letras que de ninguna manera podía decir una mujer. Hasta el
momento en que ella, como autora, se rebeló un poco ante eso. Cantaba ese
tango: “Muchacho que porque la suerte
quiso, vivís en un primer piso…”. Ella socialmente estaba interpretando
otra realidad. En general, como fueron entrando [las mujeres] hasta la
maravillosa, inolvidable y siempre omnipresente Eladia Blázquez (aplausos). Ahí
el relato cambia, se modifica, y yo me siento muy reconocida porque yo no tuve
más que el apoyo de los grandes hombres de la historia del tango, empezando por
don Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Horacio Ferrer ni hablar, y de pronto
sentir que valía la pena. Valía la pena seguir dando algo que a veces podía
caer mal pero que al final reconocía mucho más a la mujer. Porque la mujer se
hacía presente desde otro lugar. Desde la vestimenta y demás. Porque yo creí
que todo eso era necesario. Y que además, habiendo sido actriz, podía mostrar
el concierto que fuera, la ocasión que yo tuviera. Sentía que lo tenía que
hacer y de ninguna otra forma. Reconozco que ha cambiado mucho la historia del
tango. Hoy hay intérpretes que siguen esa misma ruta. Creo que si hoy la mujer
olvidara su condición y por eso rechazara cantar el tango, haría mal. Lo que
fue, ya está, ya pasó. Pero habiendo tanto autor y compositor esperando que la
historia del tango le dé intérpretes sensacionales, seguramente los hay, y
cómo. Es una pena que no lo hagan. Y que
sigamos cantando cosas que no son beatificadas por el mundo. Están esperando
que nosotros llevemos lo nuestro. Y que sigamos encandilando desde el mejor
lugar, a un mundo que no tiene por qué conocernos si nosotros no le contamos la
verdad sobre la construcción del tango en la historia del tango. Es muy
importante.
G: Repasando
sus discos, Susana, aparecen los de Obras Integrales, como usted ha dicho: con
Homero Manzi, con Cátulo Castillo, pero también aquel hermoso espectáculo de
María Elena Walsh, “Hoy como ayer”. Y hace dos años un disco integral con obras
de Chico Novarro.
S: Y qué
compositor. Importantísimo.
G: Quizás
sea lo menos conocido, lo menos transitado de un poeta como Chico.
S: Así es. A mí
me ha permitido salir de este esquema de bolero para traer un tema estupendo,
creo yo, Nuestro balance. A este tema
lo llevamos con Juan Carlos Cuacci a pertenecer a la historia del tango. Un
tangazo de primera. Cantado como bolero se le quitaría la fuerza que tiene ese
tema. Y parece que tenía razón porque a la gente le gustó mucho la versión.
G: ¿Sirvió
mucho ser actriz para enfrentar a un público tanguero en aquel momento donde en
el tango se aceptaba poco cosas distintas, que se cante algo distinto, que se
toque tango en la Botica del Ángel, por ejemplo? ¿Sirvió la actriz para decir
“me enfrento”? ¿Hay una coraza mayor
para salir?
S: Totalmente.
Sin ninguna duda. Pensemos que yo inauguré la “Botica del Ángel” conjuntamente
con Eduardo Bergara Leumann, su creador, quien era sobre todo un gran
figurinista. Un hombre creativo por donde se lo buscara. Y entonces él nos
permitió también desde la pintura, pasando por la poesía, adentrarnos en esa
especie de hábitats diferentes que
existían en la primera Botica del Ángel. Nos permitió también trascender. Había
noches en las que lo pasaba bien: era verano, pero después venía un invierno
problemático, cuando yo estaba vestida con cosas muy etéreas al lado del tanque
de agua, en la terraza. La gente estaba allí como petrificada: como que si
recibíamos esta canción que habíamos dejado un poco de lado y que era volver de
esa manera. No era por casualidad ni únicamente los días de carnaval: siguió. Y
siguió por mucho tiempo. Quedó. Le fui “infiel” porque tenía que terminar mis
compromisos con la televisión argentina. Fue muy hermoso porque fue un
encuentro conmigo misma desde esta obra que es el tango. Pero me acuerdo y
digo: ‘¿Qué fue lo primero que canté? El tango La morocha. Tenía 5 años. Vivía en una casa que tenía dos pianos:
en realidad un piano y una pianola, entonces con mis patitas me acercaba para tocar la pianola. Mi mamá compraba los
rollos que le iban a esa pianola y empecé a cantar La morocha: (canta, como en broma): “Yo soy la morocha, ah, la más agraciada, ah…” Y después la torpeza
de volver---tenía ya 40 y algo—a Buenos Aires y meter en el repertorio, de
entrada, con Leopoldo Federico La
morocha. Y entonces yo cantaba: “Yo
soy la morocha, mmm…” La gente creía que me había olvidado la letra.
(Risas) Y seguía: “…la más agraciada,
uhh”. Y ahí me salía la actriz, con un éxito muy grande. No me atreví a
grabarlo de la misma manera. Muchas cosas me permitió mi actividad actoral.
Desarrollar repertorios: algunos que la gente no conocía, traerlos a la memoria
de la gente. Si algo yo tengo mucho que agradecer es la presencia de gente como
Julián Plaza. No sólo creyó en mí sino que lo demostró, con unos arreglos que
me hizo. Y a mí que me daba un miedo tremendo fallarle a este hombre, porque yo
siempre en el fondo creí que no era otra cosa que “una correcta actriz que
entró dentro de la historia del tango”. Quizá por esa razón nunca me tomaron en
serio. El teatro no puede quedar ya al costado de mi vida, pero creo que gente
como Julián me ayudó mucho en ese
sentido: tomármelo en serio, de esa manera. E inmediatamente después alguien
que está conmigo familiar y autoralmente: Juan Carlos Cuacci, que es un
arreglador poco común y corriente. Eso hace que una se sienta como muy
amparada. Siempre he tenido mucho respeto por los autores, compositores. La
mayoría son amigos míos hoy. Hay algunos que me han ayudado a seguir buscando
las cosas que sería bueno encontrar. Y respetan mucho mi manera, bien
particular. Y uno continúa con ese aspecto, por respeto al arte popular. Pero
al mismo tiempo la gente tiene la generosidad de aplaudirlo a uno. Ahí la
responsabilidad se hace doble y triple. A mí lo que me queda hoy es agradecer a
la gente que me ha ayudado, que sigue ayudando a hacer lo mejor posible lo que tengo
que hacer.
La
carrera es muy trabajosa. Nunca me he conformado con nada de lo que he hecho.
Casi todo lo que he hecho me parece horrible. (Risas).No quiero escuchar algo
que he cantado: me niego. Para mí no existe pasar un disco mío, nada. Porque me
voy criticando a mí misma y eso es una torpeza muy grande. Me di cuenta hace
muy poco de eso. Lo he sentido como una pérdida de tiempo y no es así. He hecho
cosas que tuvieron mucho valor para mucha gente que escuchó, que sintió la
diferencia, y esta manera de cultivar un arte popular como el tango cantado es
una de las dificultades más grandes en las cuales uno se mete. Porque si bien
es cierto que cantar no canta cualquiera tener ese cantante respeto por las
melodías que acompañan lo que uno va a transmitir y sobre todo tener el respeto
que toda la vida yo he sentido por los grandes poetas populares, hace que hoy
yo me diga: “no, pero no es para arrepentirse”. Al contrario. Es para agradecer
en todo caso a Dios por haber podido hacerlo, y al mismo tiempo agradecer a la
inmensa multitud de gente que me ha respetado y ha respetado la música popular
de mi pueblo.
G: En el
último plenario del año Susana nos acompañó en el homenaje a Héctor Stamponi,
contando un pasaje de ese momento y hoy inaugurando este plenario. Susana
respeta las letras, canta lo que escribió el poeta, el profesor, el músico.
También pensaba que hay muchos álbumes suyos que están grabados en vivo. Quizás
eso le haya gustado más que [grabar en] el estudio.
S: No, he
tenido la suerte de tener el gran operador. La mayor parte de lo que he grabado
ha sido con Osvaldo Acedo. Es un artista Acedo. Yo esperaba siempre que apareciera en la puerta del
estudio para mirarle la cara y ver si era “pasable” [la grabación realizada].
Él no tiene cara de que todo está bien, pero de todas maneras me permitía a mí
conocerle la opinión, lo cual era muy importante para mí. Tan importante como
la opinión de mi maestro. De mí se dicen muchas cosas, entre otras que estoy “mayor”.
Se dice que soy una persona de mal carácter, que soy una persona difícil de
tratar, que puedo salir con cualquier bardo
[problema], cuento las cosas que menos se esperan, un gran disparate, etcétera,
etcétera. Entonces me digo: “a cuánta gente yo no le he sonreído a tiempo”. Porque
es imposible sino. Yo he preguntado tantas cosas respecto de una obra y de una
obra que voy a interpretar analizo ciertos detalles. Siempre digo que nunca he
cambiado ninguna letra. Lo que no he dicho es que yo la he interpretado (a esa
letra) dándole propiedad a una situación que el que escribió el tango no le
daba. Porque no está totalmente a la vista. Yo canto Como dos extraños. Que no por casualidad empieza mi versión con un
poema de Alfonsina Storni [Versos a la
tristeza de Buenos Aires].Eso que es tan maravilloso: Me acobardó la soledad/ y el miedo enorme de morir lejos de ti…/¡Qué
ganas tuve de llorar / sintiendo junto a mí / la burla de la realidad! yo
se lo canto a Buenos Aires, que de distintas maneras siempre me echa. De distintas
maneras. Hubo una época cuando yo era jovencita donde buena parte de la gente
que he encontrado en mi camino me decía: “¿Por qué esto? ¿Por qué aquello?
Podría ser de esta manera…” La respuesta típica era “Si no te gusta ¿por qué no
te vas?”. No era sólo a mí. Era esa la respuesta. Y esa especie de
determinación de los otros hizo, entre otras cosas, que yo tomara Como dos extraños y le cantara a mi
Buenos Aires querido que no era mi Buenos Aires querido. Es una hermosa ciudad
pero conmigo en muchas cosas no tiene nada que ver. Entonces cuando yo digo y
canto: (canta) Me acobardó la soledad / y
el miedo enorme de morir lejos de ti / ¡Qué ganas tuve de llorar / sintiendo
junto a mí / la burla de la realidad siento que estoy mirando las calles de
Buenos Aires. (Aplausos). Soy una rara
avis que se ha ido varias veces de
Buenos Aires por distintas razones que no tienen nada que ver con el
porteño. Me he ido varias veces y cuando le digo gracias a este tango “maldito”
que me hace decir, cuando vuelvo: “Y hoy
vuelvo para ver si te encuentro de otra manera. Y siempre me seguís engañando. Siempre
es un engaño” ¡Qué gran error volverte a
ver / para llevarme destrozado el corazón! Eso no es lo que escribió el
autor [José María Contursi]. Maravilloso, además. El autor y el compositor
[Pedro Laurenz]. Pero si yo no llevara el teatro conmigo, que me acompaña, no
lo puedo hacer. Me parece que es darle vida nuevamente a una obra que, de
pronto, puede quedar ahí, dejada de lado, sin importancia. Pero yo no lo hago
por eso. Es porque lo escucho y digo: “che, esto yo lo quiero cantar. Esto es
lo que quiero decir”. Nunca canto la historia como el amante que uno dejó, el
amante que uno tuvo y la dejó. No estoy hablando de esos personajes que creó el
autor. Estoy hablando de mi Buenos Aires querido. Creo que en algún momento
algo se siente. Algo va a quedar de eso. Pero que me ayuda a cantar mejor ese
tema, sí. Y el arreglo de Juan Carlos es maravilloso.
G: Quiero
decirle a los amigos que hoy nos acompañan que es impresionante lo que ustedes
han escuchado allí pero es impresionante escucharlo acá. Cuando Susana cantó
era impresionante. Como el silencio que se genera cuando usted, Susana, se
planta en el escenario y dice: “aquí estoy”. Y Cátulo Castillo seguramente
aparece en todo esto, además, por la gran relación humana que hubo.
S: Sí, qué
suerte que con Osvaldo [Piro] decidimos que él fuera el padrino de Alfredo. Alfredo
está presente hoy acá, y además está presente en toda esta conversación de una
manera bien especial. Ahora me lo trae usted a Cátulo Castillo quien fue su
padrino y, a su vez, nuestro amigo del alma. Ese acompañamiento que me había
hecho en aquellos años terribles que pasamos con Osvaldo… la presencia de
Cátulo Castillo, sobre todo para que no se nos ocurriera dejar el tango ni todo
lo que tuviera que ver con la historia del tango. Es una permanencia permanente
en nuestra vida. Incluso cotidianamente. Fue un hombre poco común y corriente
pero, al mismo tiempo, un hombre al que, por ejemplo, SADAIC le debe no sólo su
construcción, aquella construcción donde con Ariel Ramírez salieron
respectivamente como Secretario General y Presidente. Salieron los dos solos a
Europa a “pelearle” a Europa el derecho del autor y del compositor que ese
continente nos robaba. Esto me enteré cuando yo grabé La foule, que en realidad es [la versión francesa de] Que nadie sepa mi sufrir. Allá los
derechos los cobraba Michel Rivegauche, quien escribió la historia en francés. Yo
digo: “¿Cómo Michel Rivegauche?” en la mesa de decisiones de la casa grabadora.
Quedaron muy turbados. Les dije: “si ahí no figuran los autores no lo grabo”.
De loca yo. Porque otro tiene la oportunidad de grabar ahí y “qué te importa”, “qué
te vas a meter con quién es el autor, el compositor”. “Grabalo, no digas nada”.
Eso es lo que hubiera hecho actualmente mucha gente, no yo. Para eso me sirve
el carácter. Y el carácter se va amansando poco a poco. De las injusticias que
los demás nos meten encima y en la
justicia que tratamos de hacer nosotros sin irrespetar a nadie, diciendo sólo
la verdad. Eso fue un lindo hecho. Yo senté jurisprudencia con ese tema ¿Qué
quiere decir esto? Cuando se canta en francés la mitad del derecho lo cobran
los franceses. Cuando se canta Que nadie
sepa mi sufrir todo el derecho lo cobra SADAIC. Nunca me dieron las
gracias. Pero no importa. A veces la gente tiene miedo. Pero a mí me pasa algo
que me dice: “tengo que grabar esta canción”. Con la seguridad que estoy
cantando una canción que me pertenece. No me dan nada para que yo lo haga y lo
haga mejor, sino el orgullo de la pertenencia. Me ha pasado muchas veces. Es jugar
a la música. Al mismo tiempo sabiendo que lo que yo llevo de acá se respeta y
se va respetando más y más.
Gabriel
Soria
G: ¿En qué
pensaba, Susana, del destino de Grdel, quien fue alguien que también “peleó”, de
otra manera, en un momento distinto. Un cantor de tangos que en el año 1917
estaba estrenando el “tango – canción” y casi 12 o 13 años después se animó a
irse a Europa, y a filmar allá y a meterse una galera y un frac…? Qué curioso
todo eso, ¿no?
S: Me voy a
permitir decir una cosa que la gente en general no sabe. Él se animó a volver a
Francia—y qué suerte que lo hizo—con otro documento: con el documento que le da
Uruguay. Porque con el suyo no podía. Entra en los mejores lugares a cantar;
era muy entrador y al mismo tiempo era bello, y al mismo tiempo era francés. Entonces tenía
las de ganar. Pero él insistió muchísimo para que eso no fuera por casualidad. O
sea, respetó muchísimo a nuestros autores y compositores que le dieron la
posibilidad de que hablara con Lepera, quien fue el gran hermano que tuvo al lado permanentemente. Gardel fue
maestro, sin saberlo. Sería idiota decir “qué bien ha cantado”, cuando uno se
piensa que para grabar él gritaba desde acá a una fonola que estaba ahí,
lejísimos. Esas cosas que uno no puede siquiera imaginar. Entonces uno dice: “éste
no fue solamente un rey, fue un dios”. A pesar de la compañía Odeon, que hizo
todo lo que hizo a favor de su reconocimiento, ese reconocimiento para esto que
yo hablo no sirve, porque es para ganar plata. Lo que importa muchísimo es que
en ese reconocimiento está metido el reconocimiento de un pueblo. Ese pueblo
que no termina de decir “es un grande”. Una maravilla. Para eso hay que tener
convicción. Él tenía la convicción de que se viaje no lo podía dejar perder. Después
vino una cosa que se llamó Estados Unidos…Yo estudié mucho sobre Gardel allá
[en Francia]. La historia de Gardel. Y me sigue pareciendo “el Grande”. Es una
maravilla escucharlo. Cómo creció el Gardel de Mano a mano, que no tiene nada que ver con el Gardel de El día que me quieras. Y que también en
un momento decidió cantar el fox-trot. Y
decidió cantar otras reglas musicales. No le pegó a nadie, pero quedó como lo
que él deseaba quedar. La historia del tango no se justificaría hoy si delante
de esa historia no está la persona de Carlos Gardel, creo.
G: En una
charla que le escuché el otro día, en otro reconocimiento que le hizo la
Masonería Argentina en su sede, usted contó una anécdota muy linda que le voy a
pedir sobre Aníbal Troilo, que sucedió en Mar del Plata.
S: Es muy lindo
esto, porque habla de algo que existe, creo yo, en el tango. A lo mejor hoy hay
chicos que, en otras lides, lo van tomando
también en cuenta. Por eso hoy lo cuento: yo estaba embarazada de Ligia y
cantaba en Mar del Plata. Y, al mismo tiempo, Osvaldo con su orquesta se
presentaba con Osvaldo Pugliese en un espectáculo llamado “Los dos Osvaldos”. Después
había un rincón maravilloso en Mar del Plata (creo que todavía existe), una
especie de café-concert pero más grande. Y allí estaban Troilo y [Astor]
Piazzolla juntos. Actuaban todos los días, en aquellos tiempos esto era
posible. El día que abría Troilo cerraba Piazzolla o a la inversa: abría
Piazzolla y cerraba Troilo. Nosotros fuimos con Osvaldo, a la salida de
nuestros respectivos teatros, pero en la segunda parte, para escuchar a los
dos. Llegamos justo cuando Aníbal Troilo iba a actuar. Nos quedamos. Él sabía
porque lo habíamos invitado a cenar. Todo fantástico, la gente era una “locura”,
la ternura de Troilo… Zita [su esposa] siempre hablaba de su ternura. Termina el
concierto; la segunda parte era Piazzolla. Pero nosotros no nos íbamos a quedar
para que no nos cerrara el restaurante. Lo esperamos a Troilo, abrazo va,
abrazo viene. Salimos. Vamos caminando hacia la puerta y me detuve. Vi al
maestro que miraba para adentro. La gente que había estado en el concierto suyo
iba saliendo. Quedaba muy poca gente dentro. Troilo le dice a Osvaldo: “Vení,
pibe. Vamos a entrar un rato. Después vamos a comer”. Él entra y la gente que
iba saliendo lo ve que entra y entra detrás de nosotros. Porque deben de haber
pensado por un momento que Troilo iba a subir a actuar. Eso me pareció el gesto
de hermandad más importante que yo he visto en mi vida, hablando de los
artistas. Estamos los artistas demasiado metidos en nosotros mismos y en lo que
hacemos. No pensamos en el otro. No tenemos la valentía, realmente, de darnos
cuenta que esa sala se queda vacía y que Piazzolla iba a dar lo mejor de sí con
su conjunto. Y cómo no íbamos a escucharlo. Y este gran maestro, gran persona,
gran tierno—como se lo llamó siempre a Troilo. Todo en él era afecto,
preocupación por el otro. A veces me da mucho fastidio que quede generalizado
en el absurdo sus horas de whisky, no quedan sus horas de amor al otro. Eso me
motivó muchísimo. No lo olvidé más, y a su vez son cosas que uno toma como
ejemplo. (Aplausos).
G: El
Consejo Directivo de la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI) adhiere con
gran entusiasmo al merecidísimo reconocimiento que le brinda la Academia
Nacional del Tango al entregarle el Gobbi de Oro a la querida vicepresidente de
nuestra entidad, señora Susana Rinaldi. Nada más justo tratándose de una
artista de destacada trayectoria, siendo una de las máximas exponentes del
tango y de la cultura a nivel local, nacional e internacional. Nos saludan
Zamba Quipildor, secretario general, y Horacio Malvicino, presidente.
(Aplausos).
Chico
Novarro no pudo llegar, pero nos llamó para mandarle un beso. El año pasado él
recibió su Gobbi de Oro.
Este Gobbi
de Oro fue una idea del maestro Horacio Ferrer, que siempre nos decía :”Este
Museo no es un lugar para guardar cosas muertas, sino un lugar de musas que
viven permanentemente”. Los instrumentos se tocan, después van a la vitrina. Se
sacan y se tocan los que se pueden. Algunos están en un estado más de
conservación. Y Horacio dijo: “Vamos a crear el Gobbi de Oro por lo que
significa la figura de [Alfredo] Gobbi en la historia del tango” e inmediatamente
lo llamó al maestro Leo Vinci, nuestro académico titular desde la fundación de
esta Academia, para que plasmara ese Gobbi de Oro en la maestría de su
pensamiento como escultor. Ahora yo le pido a Leo Vinci que se acerque al
escenario.
(Aplausos)
Leo Vinci
Leo Vinci: Me siento
realmente orgulloso de poder ser yo quien le entrega este premio a Susana
porque la siento como una parte de nuestra cultura, sobre todo porque este
lugar es el ámbito de la cultura nacional. Porque estamos superando ya el
simple hecho del tango en sí mismo para darnos cuenta que nuestro tango tiene
una proyección a nivel mundial y tiene una profundidad que habla del espíritu
de nuestro pueblo y que habla de lo que es nuestra cultura como identidad. Susana
es una de las grandes, me parece a mí, estoy seguro que es así, que ha podido
plasmar ese espíritu de un pueblo como el nuestro y además me siento muy ligado
a su propio pensamiento como persona que viene de este tiempo histórico y cómo
interpreta este momento. Me siento realmente orgulloso de ser yo el que le
entregue algo que también hice yo.
(Aplausos
mientras entrega el Gobbi de Oro)
Susana: Hoy les
decía que este hombre, sin saberlo por cierto, tiene tanto que ver con mi vida
personal. Hablar por primera vez de la mujer en la historia del tango tiene que
ver con su mamá. La mamá de Alfredo Gobbi ha sido la primera mujer que llegó al
otro lado del Atlántico como para marcar una pauta muy importante. Los padres
de Alfredo Gobbi eran cirqueros (el artista se crea por dentro, el que se crea
dentro de un circo es un artista definitivo) Evidentemente lo enseñaron; esta
hermosa coincidencia donde todo comenzó en Francia, donde es París quien
determina la vida de él como constructor musical y además los padres que han
tenido tanto que ver en esa creatividad.
En
cuanto a Leo Vinci: es un hombre que está desde siempre, al lado de lo que yo
hago. Es un regalo de la vida maravilloso. Leo es el artista que no solamente
hemos sabido aceptar y apreciar como el gran escultor como pocos y que ha estado en los mejores y en los malos
momentos de mi vida. Apoyando estas realidades. Agradezco de todo corazón.
Muchas gracias.
(Aplausos)
(El
Consejo Directivo de la Academia Nacional del Tango entrega un ramo de flores a
Susana Rinaldi)
S: ¡Qué
maravilla! Muchas gracias. Gracias a todos y a cada uno de los presentes. Estoy
muy conmovida por la presencia de ustedes, pero al mismo tiempo ustedes están
representando algo que me está dando mi Ciudad de Buenos Aires, que es—bueno,
tienen que llegar un poco a viejos para que sepan---(risas). El respeto es una
cosa tan única y el pueblo de la Ciudad de Buenos Aires me lo está demostrando.
Me lo demuestra en un momento donde todo es tanto más difícil, en un momento
donde yo creí que lo malo había pasado y que se había ido hace años afuera,
lejos. Es un daño moral, ético, que de pronto las diferencias de opiniones nos
dejan un poco desubicados. Y la gente que me ve me demuestra una cariñosidad, un afecto no confundido con
el aparato del show bussiness [farándula].
Ese verdadero amor de la gente sin que uno se lo pida, parándolo a uno en la
calle y saludándolo como hacemos únicamente la gente de Buenos Aires. No hay
otra gente que no sea la de Buenos Aires ni aquí ni en el interior del país. En
el interior no hay nadie que te pare en la calle, estés donde estés y te dé un
beso. Acá me para la gente para darme un beso. Y eso no sabrá nunca cada uno de
ellos lo que significa en este momento de mi vida. Porque es el momento de la
vida que uno le deja a los nietos. Y los nietos tienen que aprender que eso
pasa. Eso que pasa hay que atesorarlo. Muy contenta. (Aplausos)