domingo, 26 de febrero de 2017

Andrea Páez se vuelve canción

Junto al guitarrista Claudio Enciso, Andrea propone un recorrido musical basado mayormente en obras de raíz folklórica argentina. Su cálida voz, acompañada por acertados arreglos, nos permite disfrutar a pleno un íntimo recital.





“Me vuelvo canción”
Andrea Páez y Claudio Enciso
Recital privado
Ciudad de Buenos Aires
Argentina
Sábado 18 de febrero de 2017


Conocimos a Andrea Páez en octubre del año pasado, en ocasión de un recital de similares características. Es Licenciada en Fonoaudiología en la Universidad del Museo Social Argentino y ha cursado estudios artísticos en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo”. Su acompañante, Claudio Javier Enciso, ha estudiado en el Instituto Superior de Arte “Oscar Alberto Albertazzi” en la ciudad de Formosa y ha ejercido la docencia en diferentes ciudades del país. Su debut en Buenos Aires se dio en el marco del Concurso  y Festival Internacional de Guitarra “Santa María de los Buenos Ayres” en octubre de 2015. En aquella oportunidad, en la  sala de conciertos Usina del Arte, Claudio ofreció al público Tres piezas breves (Alborada, Vidala y Sueño perdido) del compositor entrerriano Ernesto Méndez. Radicado desde el año pasado en la capital argentina, Claudio Enciso continúa perfeccionando sus estudios a la vez que ejerce la docencia musical y se presenta en diferentes escenarios de la ciudad.


Andrea Páez


La selección de obras realizada por ambos intérpretes es variada y representa diferentes épocas y contextos. La nostalgiosa, zamba registrada en 1961 por Jaime Dávalos y Eduardo Falú, en pleno boom del folklore, es un excelente comienzo. Con una voz suave y expresiva, Andrea brinda a la obra una buena entonación, acompañada por sobrios arreglos en la guitarra de Claudio. Una obra más reciente en el tiempo es la chacarera Donata Suárez (1995), de Juan Falú y Carlos Horacio Herrera. Sobrino del mencionado compositor salteño Eduardo Falú, Juan ha compuesto bellísimas obras de proyección folklórica que forman parte de una necesaria renovación de este repertorio. La versión de Andrea y Claudio, plena de musicalidad, es motivo de regocijo para el público asistente.


Claudio Enciso


Otro gran compositor salteño, Gustavo “Cuchi” Leguizamón (1917 -2000), está presente a través de su expresiva Zamba del carnaval. También desde el norte, Chacho Echenique propone el kaluyo Doña Ubenza, recreado hermosamente por el dúo protagónico. Le sigue una emotiva interpretación de la zamba Mujer, niña y amiga, de Robustiano Figueroa Reyes. Suavidad y calidez caracterizan el canto de Andrea Páez, quien se luce en una acertada elección de repertorio. La primera parte del concierto finaliza con dos obras bien potentes: la tonada La jardinera, de la siempre recordada Violeta Parra y la chacarera Salamanqueando pa’mi de Raúl Carnota (1947 – 2014). El recordado cantautor porteño, quien ha aportado importantes composiciones al repertorio de raíz folklórica, integró brevemente en conjunto Los Huanca Hua, sumándose en 1972 al grupo de Adolfo Ábalos. Sus obras comenzaron a conocerse a principios de la década siguiente gracias a las versiones de Ángela Irene y Mercedes Sosa. Su debut discográfico fue en 1983 en una obra compartida con Suna Rocha. A partir de ese momento su obra se difundió ampliamente, tanto en su propia voz como en versiones de otros artistas.






Tras un receso, los artistas regresan a escena ofreciéndonos en guitarra y voz el chamamé Quisiera, de Raúl Noguera y María Elina Meana Colodrero.  Regresamos a los 60 a través de dos obras muy conocidas: la Canción del jangadero, de Jaime Dávalos y la Chayita del vidalero, de Ramón Navarro. Importante compositor riojano, Navarro (nacido en 1934) ha formado parte de los grupos Los Cantores de Quilla Huasi y Arraigo. En calidad de solista grabó la cantata “Los caudillos”, de Ariel Ramírez y Félix Luna. Es creador de las obras Coplas del valle, Mi pueblo azul y la Cantata riojana, esta última en colaboración con Héctor David Gatica.  En el disco doble “Los encuentros” (2011) comparte interpretaciones con León Gieco, Raúl Carnota, Rubén Lobo y Suna Rocha, entre otros grandes cantores. La versión de Chayita del vidalero que disfrutamos esta noche está interpretada con caja y guitarra.



El segmento final aborda un repertorio más ecléctico y reciente en el tiempo: la primera canción es la Oración del remanso, de Jorge Fandermole, cantautor nacido en Pueblo Andino (comuna situada a 47 km de Rosario), quien formó parte de la llamada Trova Rosarina en los años 80 junto a Adrián Abonizio, Fito Páez, Silvina Garré y Juan Carlos Baglietto, entre otros músicos.  Poeta, historiador y músico, Gabo Ferro (Gabriel Fernando Ferro) es uno de los creadores preferidos de Andrea. Está presente en dos obras muy interesantes: Sobre el camino, con ciertos aires folklóricos, y Para traerte a casa. El broche de oro está dado con el aire de zamba Barro tal vez, compuesto por uno de los mayores exponentes del rock nacional: Luis Alberto Spinetta (1950 – 2012)

Como yapa, una chacarera trunca de Peteco Carabajal: Como arbolito en otoño.



Agradecemos a Mónica Pini, Andrea Páez y Claudio Enciso por las facilidades brindadas para la realización de esta crónica. 

lunes, 20 de febrero de 2017

Novedad literaria: La Asunción

Tras el éxito de su primera obra, “El retrato de Santos Capobianco”, Grande Cobián da un salto de calidad poniendo a disposición de los lectores una novela plena en detalles literarios y geográficos matizados con elementos de ciencia ficción.




 “La Asunción. Informe de actividades”
Leonardo Xosé Grande Cobián
PROSA Editores
Buenos Aires, 2016


Leonardo Grande Cobián (Buenos Aires, 1977) es docente y activo militante social. Ha incursionado en la música y en las artes plásticas, aunque parece haber encontrado su vocación definitiva en la literatura. Su primera obra es el libro de relatos “El retrato de Santos Capobianco” (PROSA Editores, 2015) atravesado fuertemente por la lucha de clases y su mirada desde la militancia trotskista. Aparecen en esta primera producción, ya agotada en formato físico, la semblanza de un viejo mercado barrial devenido shopping center, el fetichismo futbolero, amores e ideales y hasta el apasionado relato del “Argentinazo”, nombre que refiere a la rebelión popular ante el estado de sitio decretado por el entonces presidente Fernando de la Rúa (diciembre de 2001). La sexualidad y la mitología también forman parte de esta obra vigorosa, escrita al calor de los acontecimientos y los sentimientos más profundos del autor.


Leonardo Grande Cobián

La Asunción es una obra diferente, aunque encontramos elementos comunes a aquella primera obra: una visión de la vida desde la óptica clasista, una fuerte militancia como base de una forma de vida y las relaciones con la familia y los amigos. A partir de un encuentro con Santos y con Victoria, Leo, el protagonista, comienza a indagar en la idea de conjugar diferentes tiempos y lugares. Cortázar, Oesterheld y otros destacados autores brindan claves en sus obras que permitirían comenzar a descifrar algunos hechos que desvelan al trío protagónico. Dos edificios de estilo modernista, el Palacio Barolo, en Buenos Aires, y el Palacio Salvo, en Montevideo están ligados no sólo por su creador, el arquitecto Mario Palanti , sino también por una funcionalidad oculta . A partir de allí se desarrolla con especial fuerza narrativa esta obra que atrapa al lector con un estilo pleno de detalles geográficos, edilicios, históricos y literarios.

“La Divina Comedia”, el famoso poema de Dante Alighieri, está presente en distintas referencias en el Palacio Barolo y es uno de los ejes de la novela, llevando a los protagonistas a un especial esfuerzo por interpretar determinadas claves o simbolismos. El tema del poder es uno de los desvelos de Leo, Santos y Victoria, quienes analizan los poderosos acontecimientos que de alguna manera han determinado el mundo tal como lo conocemos. La posibilidad de interactuar en favor de los oprimidos cambiando el curso de algunos acontecimientos parece totalmente posible gracias a un fabuloso descubrimiento por parte del terceto y la ayuda de algunos de sus amigos.

Agudo observador y ávido lector, Grande Cobián se retrata a sí mismo quizás intentando “exorcizar” sus propios demonios internos. Muchas claves aparecidas en su primer libro reviven, agazapadas o no, en “La Asunción”, como parte vital y hasta quizás indispensable en la novela. El capítulo final, con un giro inesperado, dejaría abierta la posibilidad de una continuación.

La obra de Leonardo Grande Cobián puede leerse también en su blog http://santoscapobianco.blogspot.com

lunes, 13 de febrero de 2017

Viglietti: tu querida presencia

El músico y periodista montevideano, uno de los grandes referentes de la trova latinoamericana, se presentó a sala llena en Buenos Aires interpretando un amplio repertorio que ha incluido canciones nuevas.





Daniel Viglietti en Argentina

Sala “Caras y Caretas 2037”
Sarmiento 2037
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Sábado 11 de febrero de 2017



Introducción

Daniel Viglietti nació en 1939 en Montevideo. Su formación musical comenzó en el ámbito hogareño: su madre, Lyda Indart era pianista y su padre, Cédar Viglietti, guitarrista y folklorólogo. Años después, Daniel perfeccionó sus estudios con los maestros Atilio Rapat y Abel Carlevaro. Entre sus influencias artísticas reconoce a músicos de diferentes ámbitos, desde Igor Stravinsky a Atahualpa Yupanqui. A sus diecisiete años integró como guitarrista el Conjunto Lavalleja, dirigido por su padre. Tres años después se inclinó por la canción como su expresión preferida. Sus primeros discos, “Canciones folklóricas y Seis impresiones para canto y guitarra” (1963) y “Hombres de nuestra tierra” (1965), galardonados con justicia, contienen pocos elementos que serán fundamentales en las siguientes obras de Viglietti.  Según Mario Benedetti el proceso que transformó a Viglietti de un eventual concertista de guitarra en un cantante popular de primer orden tuvo mucho que ver con su tarea de comunicación, y dentro de ésta, con su necesidad de la palabra. [1]

El triunfo de la Revolución Cubana, el 1° de enero de 1959, influyó decisivamente en el desarrollo de los movimientos de la “nueva canción”. Viglietti comenzó a apoyar el proceso cubano en 1961, tras la invasión estadounidense a Playa Girón, y reafirmó su compromiso en 1967, participando del Primer Encuentro de la Canción Protesta. Es en la isla donde grabó la mayoría de las canciones que componen su disco Canciones para el hombre nuevo (1968), publicado en Uruguay, Francia, Argentina y Chile. Sus actuaciones ambos lados del Plata son muy populares, quedando registradas en disco las que ofreció en Buenos Aires y en La Plata en 1972 y 1973 (Daniel Viglietti en vivo fue publicado en 1978 por el sello francés Le Chant du Monde). La situación que se vivía en Uruguay desde 1968 (“la desigualdad, la corrupción y la represión crecientes" ) [2] fueron generando diferentes formas de resistencia popular que a su vez devinieron en prácticas autoritarias (censura, detenciones) por parte de los gobernantes hasta el golpe de Estado en junio de 1973. Viglietti vivió el exilio durante once largos años en los que se dedicó mayormente a su labor periodística y a realizar actuaciones en actos de solidaridad con los pueblos latinoamericanos.




El recital

La enorme expectativa por ver y escuchar al afamado trovador oriental comienza a plasmarse cuando se apagan las luces de la sala y se ilumina el pequeño espacio donde habrá de presentarse con su guitarra. Se escucha la grabación de El vals de la duna en su versión instrumental y poco después aparece Daniel en escena, acoplándose con su canto y su instrumento para entonar esta hermosa obra, compuesta originalmente para la película “Cabo Polonio”, de Gabriel Varalla:

El vals de la duna
no es vals de fortuna
y a veces la luna
con él

bailando desliza
su blanca marea
en mar de Valizas
sin fiel.

Es una balanza
que pesa su danza
y sube a cambiar
de nivel.

Quien ama la duna
sin roce y sin prisa,
es suave caricia
su pie.

No hay rueda que pueda
ni hierro que muela
el polvo nacido
del sol.

La duna bien sabe
que en ella no cabe
el gesto ruidoso
del riel.

Seguro que hubo
un indio que anduvo
dejando en la arena
su piel.

Los lobos marinos
que llegan salinos
recuerdan la orilla,
el ayer.

Presiento que el tiempo,
tan ágil, tan lento,
aprende en la duna
a esperar.

Que el cielo en el viento
detenga un momento,
reloj sin arena,
el vals.

De noche el bañado
respira asombrado
sintiendo sirenas
de sal.

Le cuentan las garzas
de plumas tan altas
que son las gaviotas
del mar.

La duna se llueve
si el viento la mueve
porque ella no puede
con él.

Los ojos de arena
llorando de pena
por huellas que cambian
de pie.

Valiza que sube
con remo de nube
hacia una laguna
de miel,

donde los ombúes
en islas azules
dan sombra en el aire
al clavel.

El vals de la duna
no es vals de fortuna
y a veces la luna
sin él

desnuda desliza
su tierna malicia
en mar de Valizas
infiel.

 Al finalizar la canción, Viglietti se dirige al público de manera muy familiar: “vamos como en un telar, tejiendo canciones”.
Gurisito, compuesta en 1971 en Buenos Aires, ha sido recreada por grandes intérpretes latinoamericanas: Charo Cofré, Amparo Ochoa y Cristina Fernández (quien la versionó en idioma gallego como Pequerrechiño) la dieron a conocer a otras audiencias, ampliando los caminos que recorrerán las canciones uruguayas en el mundo. Viglietti nos entrega en esta oportunidad una bellísima versión remozada en la que hace hincapié en los derechos de los niños y niñas de estos tiempos. La temática infantil continúa a través de Negrita Martina, bella y triste a la vez. Con un estilo sobrio pero muy cuidado en cada detalle, Viglietti reafirma su compromiso artístico y político, muy valorado por el numeroso público que sigue desde hace años su trayectoria.




Milonga de andar lejos (1968) es otra de las grandes composiciones del artista que hoy nos visita. Se trata de una de las primeras canciones de propuesta de Daniel Viglietti, que lleva implícito un profundo sentido de solidaridad. Entre nostalgia y esperanza seguimos el camino de las canciones recordando a Soledad Barrett (1945 – 1973), la joven activista paraguaya que trabara amistad con Daniel y con el escritor Mario Benedetti en su paso por Uruguay. Su rebeldía frente a la injusticia y su compromiso con los oprimidos la llevaron a oponerse a las férreas dictaduras latinoamericanas. Su joven vida, truncada en Recife, Brasil, es recordada en emotivos versos y melodía que el artista recrea cabalmente. En similar sintonía podemos apreciar Por ellos canto , un íntimo manifiesto en el que el compositor se posiciona ante los sucesos de la vida. En esta oportunidad está dedicado a Teresa Parodi, Liliana Herrero, Liliana Vitale y al recuerdo de Horacio Guarany (Viglietti grabó en su primer disco el poema de Nicolás Guillén No sé por qué piensas tú, musicalizado por el popular cantautor santafesino).

El recuerdo de la inigualable cantora Mercedes Sosa aparece a raíz de la próxima canción. La “Negra” la grabó en 1966 en su primer disco para el sello Philips (“Yo no canto por cantar”) e invitó a Daniel a interpretarla junto a ella en el porteño Teatro Payró. Se trata de Canción para mi América, uno de los temas más célebres del trovador uruguayo, quien la interpretó en el célebre Concierto por la paz en Centroamérica “Abril en Managua”. Daniel varía algunos de los últimos versos de la canción de manera muy creativa:

La copla no tiene dueño
Patrones no más mandar
La guitarra americana
Peleando aprendió a cantar
El charango boliviano
Pelando aprendió a cantar
El cuatro venezolano
Peleando aprendió a cantar
El berimbau brasileño
Peleando aprendió a cantar

Pero es el último verso agregado el que suscita ovaciones en el público seguidor:

Milagro Sala, jujeña
Peleando aprendió a cantar

La temprana admiración de Viglietti por el cantor mendocino Antonio Tormo (1913 – 2003), lo llevó a recrear varios de sus éxitos. En esta ocasión escucharemos su versión de Mis harapos (1946), de Alberto Ghiraldo y Marino García. Otra de las figuras admiradas por el trovador oriental es Atahualpa Yupanqui (1908 – 1992): La profunda marca que nos dejó Yupanqui con esa forma de retratar rebeldías, paisajes…” es valorada profundamente por Daniel. Recuerdos del Portezuelo, con su nostálgica mirada, se contrapone estilísticamente a otra obra del gran compositor bonaerense, la Chacarera de las piedras (compuesta junto a su esposa Antonietta Pepin [Pablo del Cerro]).

Un nuevo segmento de obras propias abre con Anaclara, que apareció por primera vez en el citado disco “En vivo”. La idílica visión de la muchacha anarquista se enlaza con la bellísima Nocturna (Canción sin tiempo)que comienza con exquisitos arreglos creados junto al compositor y musicólogo Coriún Aharonián. Lírica y música se conjugan magistralmente en una de las mejores obras que componen el CD Esdrújulo (1993).  Del mismo álbum, la canción De cabeza explora un tema recurrente de Viglietti: los diferentes pensamientos o las ideas contrapuestas de su propia persona, temática que había sido aludida en su Canción bicéfala, de 1984.
Otro argentino que nos dio una noción de Patria, rosarino…” antecede la canción Che por si Ernesto, homenaje sentido en que Viglietti recrea sus ingeniosos juegos de palabras:

Guevara se volvió Che
por si el Ernesto lo llamaba.
Lo que sintió, lo pensó,
lo dijo-hizo, sin pancartas y en silencio.




Otro personaje histórico, quizás menos conocido, es Camilo Torres Restrepo (1929 – 1966), sacerdote católico colombiano que se enroló en la guerrilla y cayó abatido en su primera experiencia en combate. Viglietti le dedicó una composición que fue popularizada por Víctor Jara: Cruz de luz, que, como es habitual en sus recitales, la canta a capella. Le sigue una canción dedicada a la maestra montevideana Elena Quinteros, detenida en junio de 1976 y desaparecida desde entonces. La canción se titula Tiza y bastón , describiendo los destinos de Elena y de su madre, apodada “Tota”. Aunque aún no ha sido registrada fonográficamente, puede escucharse en un video grabado en Chile posando el cursor en el título de la canción.

Como comentáramos al comienzo de esta crónica, Daniel Viglietti ha sido influido fuertemente por la Revolución Cubana. Una de sus consecuencias inmediatas ha sido la revalorización de la cultura. Se propició la creación de nuevas expresiones a partir de los años 60, sembrando la semilla que poco tiempo después germinaría bajo el nombre de Nueva Trova Cubana. Daniel participó en diferentes ámbitos culturales de la isla, tomando contacto con muchos de sus cultores. En 1972 grabó en La Habana un hermoso álbum junto al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. La cara A del disco cristalizó la idea de Viglietti de traducantar canciones brasileñas de la talla de Acalanto y Upa neguinho, mientras que la cara B registró canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola (1946 – 2005). El recordado cantautor habanero está presente en una hermosa recreación de Comienzo el día. “La canto con un abrazo a Cuba”, nos comenta Daniel.
De Cuba nos vamos a Perú. El poemario Trilce, publicado en Lima en 1922, es una de las obras más importantes del escritor César Vallejo (1892 – 1938). Viglietti se inspiró en esta obra para crear La canción de Trilce, cuya música se basa en una canción tradicional chilena aprendida de Ximena Bulnes.

El comentario sobre la actual coyuntura internacional no está ajeno al pensamiento de Viglietti, quien alude a un libro de Ariel Dorfman y Armand Mattelart: Para leer al Pato Donald (Comunicación de masas y colonialismo) publicado por primera vez en 1972.  Siguiendo el viaje musical que nos propone el trovador, podemos disfrutar de una canción en homenaje a la recordada cantante Amparo Ochoa (1946 -  1994) y dedicada también esta noche a Lourdes, compañera mexicana de Daniel, y al México de Ayotzinapa.

Nacido en Paysandú en 1946, Henry Engler es un científico muy conocido por su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros. Su faceta musical es menos conocida. En 1968 integró el trío Los Cimarrones y se incorporó al Centro de la Canción Protesta. Participó en Festivales musicales en Uruguay y en Chile. Fue detenido en agosto de 1972, recuperando su libertad en 1985. Entonces formó el conjunto Cantares del Calabozo y grabó un primer disco para el sello Ayuí, “Cantos rodados”, antes de radicarse en Suecia. Viglietti nos cuenta que Engler “transformó lo sombrío en luz”  y también hace referencia a una película sobre su persona, basada en el libro “El Círculo: las vidas de Henry Engler”, de José Pedro Charlo, Aldo Garay y Virginia Martínez. La presentación de este personaje precede a su linda creación La leyenda del Queguay.

El drama de los detenidos – desaparecidos en América Latina no es ajeno al sentir del querido cantautor oriental.  Su emotiva versión de Otra voz canta, sobre un poema de Circe Maia, es un potente alegato a favor de la memoria y está dedicado esta noche “a Abuelas, a Madres, a H.I.J.O.S.”  El recuerdo del escritor Eduardo Galeano (1940 – 2015) se hace vívido a través de varias de sus frases leídas por Viglietti, quien nos ofrece a continuación una obra inédita: Ojaleando, en la que apela nuevamente al juego con palabras esdrújulas, afición nacida a partir de aquella obra magistral de Chico Buarque, Construção. Las partes instrumentales de la obra, acompañadas por las palmas de la audiencia, memoran las llamadas montevideanas.


Tras un aparente cierre de concierto,  Daniel regresa a escena para brindarnos un generoso segmento de bises. La primera canción de esta parte es la bellísima Muchacha, grabada en el disco “Canciones chuecas” (1971). Le sigue la Milonga cañera compuesta por Alfredo Zitarrosa en 1962, al calor de las luchas de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) y el revolucionario Raúl Sendic (1925 – 1989).

La polca La rastrojera, de Marcos Velázquez (1939 – 2010), compositor y poeta montevideano, describe con ironía las injusticias que se dan (no sólo) en su país. Una de sus estrofas nos es, lamentablemente, muy familiar a este lado del Plata:

La crisis en Uruguay
tiene dos explicaciones:
cuando no es por la sequía
es por las inundaciones.

El cierre definitivo se da con una de las canciones más emblemáticas del artista que nos visita: A desalambrar. En su momento (año 1969) esta milonga inquietó sobremanera a los responsables de censura del SODRE (Servicio Oficial de Difusión, Radiotelevisión y Espectáculos), los discos de Viglietti fueron retirados de toda programación e incluso una emisión de TV fue cortada cuando el artista, sin ser advertido de la prohibición, estaba cantando este tema en directo. Los medios conservadores, como los periódicos El Día y La Mañana tampoco ahorraron palabras en contra de la canción que, como se sabe, siguió su curso por el mundo y fue traducida a diversos idiomas, así como versionada en diferentes ritmos, sobreviviendo a todo intento de censura y opresión. El canto libre de Viglietti continúa su vuelo audaz y sin temor. 


[1] Mario Benedetti: “Daniel Viglietti, desalambrando”. Buenos Aires. Seix Barral, 2007, página 32.
[2] Op. Cit. Página 101